Estoy peleándome con un infeliz de la facultad Nacional de Córdoba vía teléfono, y noto que mi madre, lejos de mantenerse al margen, opina y responde mis preguntas como si fuera clarividente.
A ver, vieja, estoy hablando con el chabón, no necesito que pergeñes posibles respuestas porque él tiene la suficiente capacidad para hacerlo, [que no sepa implementarla es otro tema].
Me enerva que mi madre haga eso, me pone palos en la rueda y no sólo tengo que lidiar con el infeliz de la facultad, sino que, ademas, tengo que responderle sus incoherencias.
Corto y tengo una charla-debate mal, acalorada con la vieja, y le termino diciendo, cashate, por Dios, cashate. Se ofende, ¿mentendés?, se o-fen-de. Pero habrase visto, canejo.
Bueh, la vieja come tostadas y mira Estudio País, están hablando del desmonte y un tipo, parece – digo parece porque no estoy prestando atención-, está a favor del desmonte, la vieja se envalentona y despotrica en contra del tipo, y lanza una de sus suposiciones, dice: ‘este tipo seguro tiene algún interés’ y me mira, me mira, ¿metendes?, onda, esperando que yo le dé mi opinión pero como estoy resentidita por sus comentarios ponzoñosos en relación al pelotudo de la Universidad de Córdoba, la miro mal con una cara nueva, [sí, he descubierto una cara nueva, ge-nial, esta cara consiste en mirar con descreimiento al contrincante [sic], de este modo uno logra generar en ese otro, un sentimiento de vergüenza por lo que haya enunciado, aunque tenga razón, jojojo].
Me río con un descaro in.cre.i.ble y mi madre no tiene otra opción que, ante mi falta de respuesta coherente, decirme algo que supone hiriente, a saber, me dice que no soy su hija, jajajajajaj.
Por fin, queridos herejes, por fin, hace 30 años que sospecho que no soy su hija, pero mi alegría dura lo que una mariposa, porque me dice que no es cierto, que sí soy su hija, pero que soy muy pelotuda. Jojojo.
Qué novedad le digo. Además te ‘re’ divertís conmigo, dale, confesá, confesá. Y la toreo, pero buena-onda, para que reconozca mi grossitud.
No lo hace, y me repite: no puedo creer haber tenido una hija tan pelotuda, le hago como foca con las manitos, y me río descaradamente en su cara. Mucho, jajaja.
Vuelve a mirar Estudio País y ve como cocinan con hornos solares, no sé en dónde, y la veo, se tienta de comentarme alguna pelotudez, pero se reprime porque sabe, lo sabe, me conoce, sabe que me voy a reír muy descaradamente y a los gritos de sus dichos. Le digo, mira: vos confundís GENIALIDAD con pelotudez, lo que separa al genio del loco, [y al loco del pelotudo], es una línea muy, muy fina.
Me mira, me mira y no me contesta. Sigue mirando como cocinan milanesas al horno de sol (¿), y me ignora, me ignora, ¿mentendés?.
Suena el tel. los de la Universidad, again, me dicen que las materias, bla. Y la vieja otra vez, empieza con sus teorías de porqué el orangután del otro lado, me dice cosas sinsentido.
Le digo, por Dios, ya bastante tengo con un infelíz, como para encima lidiar con tus conjeturas. Dejáme viviiiiiiiiiiiiiiir. Se ofende y se vá. se vá, ¿mentendes?.
Corto y tengo una charla-debate mal, acalorada con la vieja, y le termino diciendo, cashate, por Dios, cashate. Se ofende, ¿mentendés?, se o-fen-de. Pero habrase visto, canejo.
Bueh, la vieja come tostadas y mira Estudio País, están hablando del desmonte y un tipo, parece – digo parece porque no estoy prestando atención-, está a favor del desmonte, la vieja se envalentona y despotrica en contra del tipo, y lanza una de sus suposiciones, dice: ‘este tipo seguro tiene algún interés’ y me mira, me mira, ¿metendes?, onda, esperando que yo le dé mi opinión pero como estoy resentidita por sus comentarios ponzoñosos en relación al pelotudo de la Universidad de Córdoba, la miro mal con una cara nueva, [sí, he descubierto una cara nueva, ge-nial, esta cara consiste en mirar con descreimiento al contrincante [sic], de este modo uno logra generar en ese otro, un sentimiento de vergüenza por lo que haya enunciado, aunque tenga razón, jojojo].
Me río con un descaro in.cre.i.ble y mi madre no tiene otra opción que, ante mi falta de respuesta coherente, decirme algo que supone hiriente, a saber, me dice que no soy su hija, jajajajajaj.
Por fin, queridos herejes, por fin, hace 30 años que sospecho que no soy su hija, pero mi alegría dura lo que una mariposa, porque me dice que no es cierto, que sí soy su hija, pero que soy muy pelotuda. Jojojo.
Qué novedad le digo. Además te ‘re’ divertís conmigo, dale, confesá, confesá. Y la toreo, pero buena-onda, para que reconozca mi grossitud.
No lo hace, y me repite: no puedo creer haber tenido una hija tan pelotuda, le hago como foca con las manitos, y me río descaradamente en su cara. Mucho, jajaja.
Vuelve a mirar Estudio País y ve como cocinan con hornos solares, no sé en dónde, y la veo, se tienta de comentarme alguna pelotudez, pero se reprime porque sabe, lo sabe, me conoce, sabe que me voy a reír muy descaradamente y a los gritos de sus dichos. Le digo, mira: vos confundís GENIALIDAD con pelotudez, lo que separa al genio del loco, [y al loco del pelotudo], es una línea muy, muy fina.
Me mira, me mira y no me contesta. Sigue mirando como cocinan milanesas al horno de sol (¿), y me ignora, me ignora, ¿mentendés?.
Suena el tel. los de la Universidad, again, me dicen que las materias, bla. Y la vieja otra vez, empieza con sus teorías de porqué el orangután del otro lado, me dice cosas sinsentido.
Le digo, por Dios, ya bastante tengo con un infelíz, como para encima lidiar con tus conjeturas. Dejáme viviiiiiiiiiiiiiiir. Se ofende y se vá. se vá, ¿mentendes?.
Dale, reconocelo, te sorprende mi poder de disuasión, soy un genio.
Jojojo, [me río como foca].